Quiero aproximarme en este post a dos campos aparentemente separados, pero que no lo están tanto. Me refiero a la concentración de poder y el éxito o la eficacia a la hora de comunicar. Si uno ha trabajado, que es mi caso, en el mundo del Periodismo, conoce de sobra- otra cosa es que se apliquen a rajatabla- una serie de requisitos básicos para desarrollar este oficio a diario.
Básicamente el periodista debe investigar una noticia, contrastarla y comunicarla ( escribirla o narrarla a través de imágenes, sonidos…). Sus informaciones, por si solas, no tienen valor alguno si no salen publicadas o se emiten en medios de comunicación de masas que llegan por definición a mucha gente. Históricamente, y hoy en día es así también, la fuerza de un medio viene dada por la influencia que genera, factor que está íntimamente relacionado con el número de personas que lo siguen. A más seguidores, más influencia.
A más personas, más poder. Esta ecuación, sencilla, nos permite inferir una conclusión obvia: el periodista es un profesional cuya tarea avala el público que tradicionalmente ha buscado la información en pocos sitios, tan pocos como medios masivos existieran en momentos dados. El esquema que se deriva de lo dicho, es igualmente sencillo: hablamos, en el sentido tradicional, de un medio que se dirige unidireccionalmente a mucha gente.
Ese esquema, en clara fase de superación debido a los desarrollos tecnológicos, está puesto en entredicho en cuanto a sus efectos en la sociedad. Esto es, se está aminorando el hecho de que el trabajo periodístico difundido a mucha gente tenga siempre un enorme impacto. No, ya eso cambia debido a la enorme variedad de medios y a la aparición diez años atrás tan solo de los social media, los canales de expresión directa del público. Así las cosas, si cambia la circunstancia de la concentración en pocas manos del poder de comunicar, como siempre ha sido, la capacidad de que impacte exclusivamente lo que se publica en los grandes medios se resiente. Recordemos las familias enteras ( hace 30 años tan solo) pendientes de lo que decían una televisión, un par de radios a lo sumo y varios periódicos. Efectivamente, la posibilidad de sorprender e influir estaba en muy pocas manos.
¿Pero resulta también crítico la capacidad profesional del periodista de saber informar, a pesar de los cambios tecnológicos? Pienso que sí. Por su puesto, y sólo hablaré de un detalle: en Twitter he visto quiebras bancarias que no han llegado o resolución de casos judiciales que están muy abiertos aún, sencillamente porque se dieron cauce a los rumores. Es obvio que muchos periodistas elevan el rumor a la categoría de noticia, pero es obvio que es una práctica contraindicada por el código deontológico del informador y que, ni mucho menos, está extendida entre la clase periodística como podría criticarse.
Si comparamos la concentración de los medios tradicionales con la de la internet participativa, diremos que en la web 2.0 no existe tal concentración pues el número de micromedios con nanoaudiencias es multimillonario. Y pensemos en los blogs, pero también en las comunidades que se puedan crear en las redes sociales o en las plataformas de microblogging. Alguien podría decir que Facebook ha llegado a los 200 millones de seguidores, pero estos seguidores no acuden a Facebook para que esta web les informe, ellos la utilizan para comunicarse entre grupos más o menos amplios.
Una vez entrado en el apartado de los social media me gustaría aclarar que la misión de sus usuarios no es tanto la de informar como la de opinar y expresar ideas sobre temas para los que disponen de una contrastada expertise. Que de ahí se deriva la función de informar, pues sí, aunque no creo sea nunca la misión principal abiertamente asumida por cualquier blogger, como sin embargo sí es medular en el caso del periodista. Puede que haya delgados matices en esto que afirmo, no lo niego, pero son trascendentales.
Y luego está el tema de la concentración y del poder. ¿Por qué son tan influyentes los medios participativos si en la mayoría de los casos concentran nanoaudiencias? Días atrás hablábamos en el blog de EBE del quinto poder ( el de la web 2.0), ése que está en manos de los consumidores que, por primera vez en la historia, cuentan con la opción de catapultar ampliamente sus opiniones. Pues sencillamente son medios influyentes porque trasladan la opinión más pura, la de las personas, los consumidores, los clientes…, sin el filtro o la mediación de los medios de comunicación masivos, que, hasta ahora, eran los únicos exponentes para averiguar qué podía sentir en un momento dado la opinión pública o el mercado.
Está claro, ¿para qué acudir a averiguar en un medio tradicional qué puede pensar mi ámbito natural de actividad, mi sector…, si lo puedo saber a través de su expresión directa vía blog o red social? Vayamos directamente a la fuente, ¿no? En este sentido, la que resulta crítica es la capacidad posterior de saber indagar entre el gran marasmo de opiniones que circulan por ahí enlazadas y requete enlazadas. Por eso, herramientas como la RSS, los buscadores especializados o los que interpretan los hallazgos particularizados, son día a día más importantes.
Importante la paradoja que planteas Benito, ya que de alguna forma denudas la verdad sobre la futura situación de los medios tradicionales, y es que han de cambiar su actual estilo de difusión para que empiecen a ser creíbles.
El 5to poder podría llegar pronto a ser el más poderoso, pues es el que habla sin tapujos ni condicionantes, y eso es lo que cuenta en la actual sociedad de la información.
SM
[…] para atraer a gente. Los bloggers representan la voz de las personas que llega de forma directa, sin intermediarios, y eso no había ocurrido jamás hasta hora. De ahí su importancia y trascendencia. Por eso, y […]