De aquí al año 2020, en el próximo quinquenio, se cerrará conceptualmente una década de consolidación de las nuevas relaciones socioeconómicas que Internet ha traído. Grosso modo, si durante la década de los 90 comenzamos a aprender lo que era Internet, en la década del 2000 experimentamos las nuevas relaciones socioeconómicas, la década a partir del 2010 habrá sido la consolidación e interiorización de toda una nueva manera de entender la sociedad, aunque eso sí, la brecha digital será cada vez más profunda.
En el año 2020 estaremos experimentando la ley de rendimientos acelerados donde los avances en la técnica serán cada vez son mayores (exponenciales en muchos casos) y cada vez más rápidos. Por una parte se hablará de las consecuencias del robosourcing/AIsourcing (Artificial Intelligence sourcing), es decir, de cómo todo tipo de sistemas de información tomarán decisiones por nosotros en función de los datos acumulados. Esto será así en todo tipo de industrias donde la información acumulada prima para la toma de decisiones (retail, transporte, logística, real estate, turismo, etc.) así como en aquellas funciones donde terceros tienen que confirmar que algo ha ocurrido gracias a los sistemas de computación y confirmación distribuida (registros públicos, compraventas, notarias, contratos). Esto llevará a replantearse la moral de nuestra sociedad y de cómo de admisible es dejar al lado la intuición para centrarnos en la toma de decisiones basada exclusivamente en la probabilidad.
Por otra, se habrá garantizado rentas mínimas de inserción para mucha más población que la actual, entre otras cuestiones, porque los millones de trabajadores no cualificados existentes no tendrán terceros que estén dispuestos a pagar por sus habilidades, las cuales serán cada vez mayores. Se comenzará a debatir sobre qué impuestos irán asociados a aquellas máquinas que destruyan de manera inmediata puestos de trabajo (IPM: Impuesto sobre la producción de las máquinas) que vendrán a paliar el descenso en el IRPF.
Muchos de nuestros hábitos de ocio seguirán cambiando. La realidad virtual habrá ido ganando enteros sustituyendo gran parte del ocio asociado a interfaces rígidas y temporales. Pocos verán en «tiempo real» contenido, salvo acontecimientos especiales y no compraremos más prensa escrita, siendo ésta casi obsoleta. Las cadenas personales de TV y el live streaming serán posible gracias a la computación ubicua y velocidades de conexión cercanas a la actual fibra (5G). Nuestra atención seguirá centrada en el ecosistema Facebook y Twitter, que se habrá convertido en nicho de aquellos interesados en la información en tiempo real.
En el ámbito de la salud los avances seguirán siendo exponenciales y comenzaremos a plantearnos no tanto si la Sanidad es un tema público o privado, sino el grado de involucración de las personas individuales en su cuidado personal gracias al conocimiento adquirido y la accesibilidad de tecnologías de cuidado personal cada vez más baratas.
El año 2020 anticipará a muchos el nuevo escenario, de nuevo radical, que tenemos ante nosotros, y será la década de antesala a la llegada de la Singularidad, cuando el grado de avance de la inteligencia artificial sea tal, que no sepamos otear las consecuencias de un grado de avance técnico que sea prácticamente indistinguible de la magia.